IA y Educación: sobre la experiencia de escribir a cuatro manos

Más de dos años y medio desde la última entrada en este blog. ¿Cómo ha podido suceder? Si fuera en sus inicios, comenzaría este texto pidiendo perdón a su íntimo público prometiendo no descuidarle nunca más. Pero eran otros tiempos, otra cultura alrededor de este formato de publicación y es mucho lo que ha sucedido desde entonces. El medio ha dejado paso a otros canales y estilos (le dediqué incluso una tesis doctoral a esa evolución), Internet ha muerto o como mínimo está roto, la desinformación ha inundado todos los espacios, deambulamos por un páramo de tecnopolítica agresiva y sobrevivimos como podemos en un contexto de polarización que arrasa con cualquier atisbo de ternura. Yo también me he hecho mayor, lo reconozco, y por eso lucho para no caer en una nostalgia engañosa. ¿Cuánto del análisis es emocional, cuánto es racional? Habrá un poco de todo, seguramente.

Pero como siempre hay esperanza, entre medias he tenido la osadía de escribir un libro, sin IA, pero sobre IA. Un libro para ordenar las ideas, porque solo escribiendo soy capaz de saber qué pienso. Tiene por título "IA y Educación. Una relación con costuras" y es un encargo que nos hizo Pepe Cerezo al coautor y buen amigo, Carlos Magro, y a mí al invitarnos a pensar juntos en su Biblioteca Digital Journey con Trama Editorial. Un regalo de la vida.


Carlos desarrolla muy bien el enfoque que hemos querido dar al libro en este post, del que entresaco estos dos párrafos:

La metáfora que atraviesa este libro es la de las costuras. A lo largo del libro hemos señalado, de distintas maneras, el valor de las costuras, de la fricción y del concepto de umbral en la educación, el aprendizaje y la escuela. Educar es desvelar costuras ocultasel aprendizaje supone superar friccionesla escuela actúa como un umbral que cuestiona las herencias y los destinos prefijados y nos permite ir hacia otros lugares y posibilidades. Podrían ser tres expresiones, simplificadas, de lo que hemos querido transmitir.

Son, desde nuestro punto de vista, tres aspectos clave de la educación. Tres aspectos que están vinculados con el sentido de la educación (dar a pensar y desarrollar la mirada crítica), el aprendizaje (donde lo más relevante es el proceso y no tanto el resultado), y la escuela (un lugar diferenciado y separado de las lógicas que dominan la sociedad, que promueve aprendizajes, pero no cualquier tipo de aprendizajes, y que nos pone en contacto con los otros.

Y si queréis profundizar más, aparte de leer el libro, también podéis vernos en estos vídeos (FT e ILE) de las presentaciones que hemos hecho recientemente. Pero yo quería comentar algo distinto, que es la experiencia de su escritura.

Tanto Carlos como yo hemos participado en numerosos libros previamente, pero normalmente desde la fórmula de la contribución de capítulos: un espacio seguro de autor que convive con otras voces pero manteniendo una identidad propia. Esta vez ha sido muy distinto. No es una recopilación de artículos ni hay un reparto previo de apartados. Escribimos y suscribimos cada palabra, y nos diluimos en ellas. Hemos creado, discutido, organizado, pulido y asumido un discurso que no existía como tal en origen, que no teníamos ninguno de forma tan clara por separado, pero al que solo hemos logrado llegar juntos, pensando juntos, hablando juntos, escribiendo juntos y corrigiendo juntos.

Era nuestra primera experiencia de escribir a cuatro manos y, sin duda, ha ayudado mucho la confianza y el respeto profesional que nos tenemos desde que cruzamos trayectorias hace veinte años. Y el cariño, que siempre ayuda. Al principio nos costó encontrar la estructura, así que para no bloquearnos empezamos a escribir fragmentos cortos que pudieran tener una entidad en sí misma y que luego íbamos agrupando hasta ver las relaciones y el orden en capítulos más amplios. En cierta forma, fuimos cosiendo el patchwork desde las unidades y ahí viendo el mosaico con el patrón que se iba dibujando. Fluía la escritura por separado pero siempre en un documento común, aunque con distintos ritmos por las diversas obligaciones y viajes de trabajo que teníamos. Hacíamos encuentros para conversar, para poner en común lo que cada uno iba escribiendo y de ahí, de ese diálogo, se ponían a prueba los argumentos y salían nuevas ideas que iban dando forma al libro.

Necesitábamos escribir para pensar y viceversa. Ha sido muy enriquecedor ver en vivo cómo precisamente al escribir íbamos tejiendo y destejiendo esa madeja con la que arrancamos, ese punto de confusión de no saber qué podíamos aportar, qué “pensábamos” realmente sobre IA y Educación. Así como desarrollamos en el libro cuando advertimos sobre el riesgo de delegar lo importante en la IA, experimentamos en nosotros la lectura y la escritura como esas poderosas herramientas de creación humana que no debemos ni queremos sacrificar frente a una IA despreocupada y desatendida. Más detalles, en el libro.