¿Qué fue del procomún?

Hace unos meses tuve la visita de Ana, una chica holandesa que estuvo realizando una estancia académica en Medialab-Prado para investigar sobre la cultura del procomún. Me hizo preguntas que me obligaron a hacer balance de los últimos años en cuestiones como el software libre, el procomún y la cultura digital, y que hoy he encontrado el hueco para compartir con vosotros.

La conversación arrancó con una pregunta sencilla para romper el hielo: ¿Cómo llegó el procomún a mi vida? Y supongo que fue una evolución natural desde mi interés por la pedagogía crítica de la comunicación sumada a la irrupción de internet, los blogs y mi dedicación como investigadora universitaria en aquel momento. Hablamos necesariamente de la figura de Antonio Lafuente, que ha sido indiscutiblemente mi, y para muchos nuestro, maestro en este tema. Una persona con el talento para traducir conceptos abstractos y academicistas en objetos concretos y simbólicos para un público más amplio. Alguien con algo tan diferencial como es la capacidad para conectar con otras disciplinas y para hacer poesía a partir de lo científico.

Laboratorio del Procomún en Medialab-Prado

Fruto de su ilusión y trabajo compartido con Medialab-Prado surgió hace años el Laboratorio del Procomún, que pronto nos sedujo a unos cuantos. Un lugar de inspiración donde cada uno desde su perspectiva y disciplina buscó la forma de hacerlo propio. Así nace en mi caso, a raíz de mi formación e intereses, la idea de la hemeroteca audiovisual que llegué incluso a presentar en Nueva York en la Open Video Conference en 2010. Un proyecto precioso por cuanto tiene de reclamo sobre la estructura de poder mediática (licencias, concesiones,…), de reivindicación del espacio público y del imaginario colectivo (de quién son las noticias sin hablan de nosotros), de preservación como parte del patrimonio cultural de una ciudadanía (si tenemos hemerotecas nacionales públicas de lo impreso, por qué no de lo audiovisual), de pedagógico (el ciudadano puede contrastar, verificar por sí mismo si tiene acceso a las fuentes), de creativo (por qué no usar esos materiales como fuente de creación, mezcla y remezcla), de concreto (construyendo una estación de captura audiovisual que sirva para rescatar formatos obsoletos), de crítica a la tecnología (por la vorágine de los ciclos de obsolescencia), de poético (por lo sugerente de “abrir las memorias”), de emocional (por resucitar viejos recuerdos), de lo experimental (por proponer dejar copia para el procomún colectivo), etc.

¿Qué ha pasado con la cultura digital?

Me da la sensación de que hemos vivido en cierta forma un retroceso en la última década. Se han desarrollado nuevas plataformas tecnológicas y con ello nuevas maneras de “relacionarnos, conversar y colaborar”. No estoy segura de que sean mejores. Teníamos los blogs pero apareció Facebook, teníamos bloggers y llegaron los influencers. Teníamos un sistema federado de zocos particulares y pasamos a arremolinarnos en centros comerciales de terceros bajo sus reglas. En cierta manera, es como si el movimiento del software libre en su traducción cultural se lo hubiera comido el del social media. Y lo que es más crítico, parece que apenas importa. Cada vez se habla menos de cultura libre y, presiento que no precisamente porque esté asimilada, sino porque está neutralizada. En este sentido, me gusta que Wikipedia siga dando la batalla, que Mozilla continúe con su advocacy y me encanta descubrir que queda algún oasis que sigue apostando por su desarrollo y visibilización. Uno de ellos es el Disrupting Media Learning Lab de la Universidad de Coventry que este otoño celebra el encuentro Learning on/with the Open Web Conference.

Aunque también me planteo, en un esfuerzo optimista, que es posible que estemos en un ciclo del hacer más que del pensar. Cómo hacer huertos urbanos o patios escolares y demás guías pedagógicas van en esa línea, y es muy interesante como estrategia en sí misma.

Lo inteligente será que seamos capaces de conectar ambos mundos, del hacer y el pensar, que desde lo concreto se pueda hacer abstracción y buscar analogías hacia un grado intelectual superior. Y viceversa.