Formar a los que forman: alfabetizar a los que alfabetizan
El CEP de Córdoba ha publicado un monográfico dedicado a la formación de profesorado, entre cuyos artículos se encuentra el siguiente texto que escribí para su Revista. El título se inspira en la conferencia en que conocí a José Luis Molinuevo en un congreso hace unos años: “Alfabetizar a los que alfabetizan”.
Formar a los que forman. Cómo alfabetizar a los que alfabetizan en un mundo digital
Inmigrantes digitales bajo el complejo de Prensky
Mucho ha llovido desde que Mark Prensky acuñara la dicotomía entre nativos e inmigrantes digitales. En aquel momento, los profesores encontraron un lugar en el territorio digital y se situaron al otro lado de la frontera, en la cola de los viajeros que querían pasar a la tierra prometida y ser capaces de dominar el lenguaje de los nativos, aborígenes de una nueva raza milagrosa que parecían dominar aquellas tierras ricas en ceros y unos, en cables y en pantallas, dotados de nuevas habilidades y prótesis.
Fue entonces cuando los profesores se autoconcibieron como ciudadanos virtuales de segunda, como inmigrantes analógicos que querían llegar algún día a tener un pasaporte digital que les permitiera disimular su acento, sus ropas y sus gestos venidos de otras tierras. Unos empezaron a mirar a los nativos con admiración, otros con resignación y otros con complejo de inferioridad. Para muchos de ellos, los nativos eran seres mágicos que con solo entrar en contacto con la tecnología adquirían unas propiedades sobrenaturales que les llevaban a producir fascinantes imágenes, textos y comunicaciones de una manera casi mística. Ellos por el contrario se esforzaban por superar las barreras idiomáticas, por aprenderse los manuales de todos aquellos sistemas desconocidos, por estudiar de noche para intentar disimular de día frente a sus nativos coetáneos, por pelear frente a antivirus que saltaban con mensajes amenazantes, ratones que se rebelaban al movimiento de sus muñecas y archivos que desaparecían misteriosamente de sus carpetas.
Este binomio nativos–inmigrantes para definir las tensiones entre los hablantes socializados de una lengua y los aprendices de la misma ha sido muy útil durante un tiempo para abordar el problema suscitado de la alfabetización digital, especialmente para el cuerpo de profesores que vieron en esta oposición de naturaleza territorial y cronológica (nacer es un acto involuntario y natural, mientras que ser inmigrante es un acto voluntario y artificial) una explicación a su incompetencia frente a sus alumnos. Sin embargo, si bien esta forma de nombrar el mundo ha sido muy práctica, y prueba de ello es su amplia extensión, también es muy delicada por cuanto como metáfora arroja luz y sombra, mitificación y complejo, sobre nativos e inmigrantes respectivamente. Este estigma ha hecho mella en algunos profesores hasta el punto de autoconcebirse como “analfabetos digitales”, una imagen personal que daña la autoestima y la motivación y que, además, resulta completamente falsa al comprender tan solo la habilidad tecnológica e ignorar las dimensiones comunicativas y sociales de las competencias digitales que sí pueden aportar los profesores.
Por tanto, ni los alumnos son nativos competentes digitales por gracia de su fecha de nacimiento ni los profesores son inmigrantes analfabetos por el mismo motivo. Es cierto que hay ciertas habilidades que le son más fáciles a los más jóvenes, como puede ser la aproximación intuitiva a la tecnología, pero también es cierto que hay otras cuestiones que no son innatas y requieren de un cierto esfuerzo para su aprendizaje, como es la capacidad de tener un criterio propio para evaluar la credibilidad de la información, la sensibilidad por proteger la privacidad y la preocupación por utilizar convenientemente los contenidos digitales. Estos tres aprendizajes requieren de una madurez cognitiva que conviene ejercitar en el aula expresamente a través de la experiencia profesional de los profesores.
Peregrinos digitales, emprendedores del aprendizaje
Si continuamos con el juego de Internet como territorio y el atrevimiento de las metáforas, en lugar de pensar en los profesores como inmigrantes y los alumnos como nativos, podríamos más bien visualizarles como peregrinos digitales, en un estado siempre dinámico, motivado y en marcha. Peregrinos porque emprenden el camino por propia voluntad, desde su propio punto de inicio, en cualquier momento y en cualquier lugar de su vida, una o varias veces, sin prisa pero sin pausa, con una motivación clara sobre el porqué del camino aunque no conozcan perfectamente la ruta, pero con la convicción de que lo importante es el aprendizaje sobre uno mismo y sobre el entorno, como una vía de crecimiento personal, en la que nadie puede hacer el viaje por nosotros porque cada uno debe hacer el suyo, pero tambien con la confianza de no estar solo, de encontrar a otros peregrinos por el camino con quienes compartir la experiencia e intercambiar conocimientos.
Este camino no se transita única y exclusivamente en los cursos de formación de profesorado que proveen las instituciones educativas. Se despliegan en otros albergues virtuales, que son las redes sociales y las comunidades de práctica profesionales. Internet está repleto de oportunidades para aprender de manera informal contenidos y prácticas de alto valor. Para adentrarse en este viaje digital es fundamental ser proactivos en su emprendimiento, ser generosos en compartir conocimiento y traer de la mano a otros profesores para integrarles en la comunidad de aprendices.
Estos profesores ya existen, son peregrinos digitales en constante camino, que no solo avanzan para hacer muescas en el sendero, sino que vuelven sobre sus pasos, documentan sus mapas y recogen a los nuevos peregrinos que inician su aventura.
Son también llamados “INprendedores”, profesores que no dejan de aprender y emprender, que destinan su tiempo de ocio a disfrutar probando nuevas técnicas y herramientas digitales para después compartirlo con sus alumnos, sus colegas y la Red en general.
Entonces, ¿cómo formar a los que forman?
Lo que no parece discutible a estas alturas, por su presencia social pero también por su traslación normativa, es la importancia y necesidad de incorporar este conocimiento, uso y aplicación de manera transversal en todos los currículos educativos. Sin embargo, también parece obvio que durante este tiempo la aproximación de los profesores al trabajo con las TIC ha sido desigual, con mayor o menos intensidad según los casos.
En términos generales, podríamos decir que el enfoque predominante en todos los planes de formación de profesorado ha sido el de enseñar las TIC como un fin en sí mismas desde un enfoque fundamentalmente tecnológico, determinista y conductista, y no tanto como un medio de comunicación, colaboración y participación social. Esto se ha puesto de manifiesto en el propio título de los cursos, que solían nombrarse como tal o cual aplicación, y en la rígida didáctica de los mismos: un manual, un recorrido por el menú, una misma práctica y un mismo resultado. Todo de una manera muy atomizada y desestructurada. Pero también y en gran medida, desconectadas del currículo, sin capacidad de aplicabilidad directa y en algunos casos, incluso inaccesibles por ser programas bajo licencia propietaria que no tienen cabida en el presupuesto de un colegio medio (como es el caso de “Photoshop” por ejemplo).
Afortunadamente en los últimos años el desarrollo de las aplicaciones de código abierto provenientes del software libre y las aplicaciones en la nube propias de la web 2.0, sencillas y gratuitas (blogs, wikis, google apps, etc.), han permitido bajar el nivel de complejidad de las “herramientas” que protagonizaban esta clase de cursos y adaptarlas a la realidad del aula. A esto se añade el hecho de que cada vez tenga más peso la propia dotación tecnológica que entra en el aula a través de los bolsillos de los alumnos. Así como hace unos años la dificultad era principalmente de acceso a los dispositivos (“tener un ordenador personal”), hoy la dificultad está en su uso eficaz y aplicado. Si bien esto genera cierta tensión en el profesorado que se ve incapaz de controlar este influjo, conviene que, más que censores, se conviertan en árbitros con especial capacidad para gestionar estos nuevos ecosistemas de producción multimedia en beneficio de la colaboración y el aprendizaje curricular.
Algunas claves para la formación del profesorado
Mapas digitales
Organizar un mapa de aplicaciones en función de su uso y función comunicativa. En demasiadas ocasiones se organizan cursos de manera fragmentada sin que sea fácil para el profesor identificar cuál es la relación de esos contenidos con otros que haya podido asimilar anteriormente, así como conceptualizar cómo puede continuar su itinenario formativo en un futuro próximo. Esto le facilitará ubicar aquellas nuevas técnicas o herramientas que vaya experimentando dentro de una visión global sobre el universo de Internet y de la tecnología digital.
Aplicaciones accesibles y aplicadas
Utilizar aplicaciones y tecnologías que sean accesibles para el profesorado, esto es, que estén disponibles dentro de su ámbito de trabajo, bien porque sean de código abierto (en casos de instalación convendrá que haya soporte TIC en su centro) o porque sean aplicaciones gratuitas de la web 2.0 que no precisen de servidores propios. Por otro lado, también es importante que las herramientas sean de fácil y rápida aplicabilidad en su tarea como docente en el aula, de modo que se puedan trasladar al aula al día siguiente del curso.
Trabajo por proyectos colaborativos
Diseñar las actividades formativas de tal forma que los profesores puedan aprender el uso de la tecnología de una forma transversal a lo largo del desarrollo de proyectos concretos y en lo posible, en grupo, de modo que también se adquieran habilidades de trabajo colaborativo e interdisciplinar. En este sentido, se trata de evitar aquellas actividades que se planteen como una mera repetición de pautas guiadas en un manual. Este tipo de tareas, centradas puramente en la ejercitación de unas destrezas, resultan repetitivas y desmotivadoras. Por el contrario, proponer a los profesores la posibilidad de configurar sus propios proyectos dentro de sus materias hace que integren las tecnologías como medios y no como fines, favorecen su transferencia al aula y motivan la cooperación entre áreas disciplinares.
Prácticas críticas y creativas
La formación en TIC no tiene por qué ser aburrida y desaprovechar el potencial multimedia y comunicativo que contienen este tipo de tecnologías. Al contrario, es perfectamente compatible diseñar actividades en las que los profesores puedan abordar el uso de las TIC al mismo tiempo que desarrollan prácticas creativas y críticas. Este tipo de dinámicas permiten integrar algunas claves de la cultura digital, como es la remezcla de documentos multimedia, la autoproducción de contenidos y la difusión viral de los mismos en las redes sociales.
Documentar los procesos
Una buena forma de aprender y de volver sobre lo aprendido es practicar el hábito de documentar los procesos de adquisición de conocimientos. Esto facilita la creación de tutoriales, portafolios y guías que ayudan a reflexionar sobre la propia manera de aprender, pero también a quienes pueden encontrar una fuente de información en ello cuando esto se comparte en la Red.
Compartir la práctica en la Red
Compartir en la Red los procesos y resultados de un proyecto de aprendizaje con tecnologías digitales es una buena práctica para corregir y depurar el propio trabajo destinado a ser publicado, así como para reforzar la autoestima personal a través de la construcción de una identidad digital profesional, pues el reconocimiento de los iguales ayuda a seguir mejorando en esta aventura de ser profesor-aprendiz.
Lógica Tetris
Tomar una actitud frente al aprendizaje TIC al estilo del juego Tetris, de tal manera que se pueda aliviar el estrés habitual que genera el no comprender cada uno de sus elementos, con la paciencia suficiente para seguir adelante y confiar en que en una siguiente etapa se relacionarán unos conceptos y otros rellenando lagunas previas. Cuando aprendemos el uso de una aplicación o el funcionamiento de un dispositivo, hay muchas cosas que no manejamos o entendemos en su totalidad, pero son dudas que conviene dejar reposar y esperar a su momento de solidificación, cuando nuevas ideas se incorporen y aporten coherencia interna. No hay que saberlo todo, ni dominarlo todo para avanzar. Porque es imposible, además, ya que nadie es capaz de definir ese “todo”. Sin embargo, sí podemos ir componiendo nuestro puzzle particular fijando las fichas del entorno personal de aprendizaje que se va construyendo de forma dinámica.
Lógica de móvil
A lo largo de una misma generación hemos pasado de la lavadora con los mismos botones que funciones a un mundo en el que un mismo botón sirve para multitud de funciones. Es lo que llamamos lógica de móvil, de aproximación a la tecnología a través de sus metáforas de navegación. Los dispositivos móviles, como tabletas o smartphones, nos demuestran cómo un diseño de interfaz y una búsqueda activa de funciones se dan la mano para integrar multitud de accesos y rutas posibles en un mínimo espacio. Interesa, por tanto, hacer el esfuerzo de enfrentarse a la tecnología desde la intuición, descubriendo la lógica de navegación, y no desde el manual de instrucciones.
Se hace camino al andar
Para la mayoría de los profesores Internet es una NUEVA tecnología pero para la mayor parte de sus alumnos es LA tecnología. Aunque parece que fue ayer, lleva más de quince años con nosotros, cumpliendo esa edad mágica que parece marcar el paso de la adolescencia a la madurez en la mayor parte de culturas.
Las TIC, la Red, los dispositivos móviles, las aplicaciones, las nuevas tecnologías, todo en su conjunto, es una realidad ineludible de nuestro tiempo. Ciertamente hay que reconocer el estrés que supone por primera vez en la Historia la responsabilidad de enseñar sobre algo que no se ha aprendido previamente en un contexto formal. Sin embargo, el profesor no debe angustiarse por “aprenderlas” como un fin en sí mismas, sino de “aprehenderlas” y de incorporarlas como un medio de especial potencial para “aprender” en cualquier momento y en cualquier lugar, con otras personas y en otros contextos sociales. Para ello es conveniente partir de una autoconcepción como aprendices, desprenderse de complejos de inmigrantes digitales y aproximarse a la tecnología desde una actitud proactiva, procurando en lo posible aprender como queremos que aprendan nuestros alumnos, motivando las prácticas colaborativas, críticas y creativas.
Es importante recordar que todos sabemos algo y nadie lo sabe todo. Si exploramos las formas de poner en común los distintos saberes, alumnos y profesores trazaremos juntos los caminos de nuestro particular y colectivo peregrinaje digital.