Cómo comunicar en soporte digital

Texto de apoyo de la conferencia “Cómo comunicar en soporte digital” [vídeo] en la sesión web de Gencat en marzo de 2012.

Un título genérico se presta a ser abordado desde muy distintas perspectivas. Hace unos días tuve la enorme responsabilidad de embarcarme en la 27 #sessionweb de Gencat, un ciclo que se ha convertido en una referencia de los eventos sobre internet desde hace siete años. Su ubicación en el departamento de estudios de la Consejería de Justicia habla también de su carácter excepcional y del grupo de profesionales de la administración pública que han impulsado este tipo de jornadas, en un principio de formación interna y desde hace un tiempo abiertas al público.

Me encontré ante un aforo de unas 300 personas. Decir algo nuevo sobre comunicación digital es tan atrevido como imposible. Todos somos juez y parte de esta nueva dimensión social que es internet y de sus culturas comunicativas. Todos tenemos experiencia, sentimientos, preocupaciones, dudas y certezas alrededor de este tema. Este post no es un repertorio de redes sociales, ni un manual de SEM-SEO, ni un catálogo de tecnologías futuristas. Es un recorrido discursivo sobre el cambio de paradigma de la comunicación de masas a la comunicación de las personas en el soporte digital, en el mundo digital, en el mundo actual.

Este viaje se estructura en torno a tres ideas, tres conceptos que nos ayudarán a pensar estos cambios: el remix o remezcla, el DIY o amateur y la viralidad o difusión-red. O lo que es lo mismo, en términos de teoría clásica de la comunicación: observar qué está pasando con el mensaje-producto, qué ocurre con el emisor-receptor y qué sucede con los canales-códigos-medios.

A estas alturas, después de ver cómo los medios de comunicación tradicionales no solo han perdido el monopolio de la comunicación masiva, sino que han tenido que ceder espacio en sus propios discursos mediáticos a la interacción con otros contenidos de aportación ciudadana, cabe plantearse cómo se están construyendo las nuevas portadas informativas, cuáles son los nuevos criterios de relevancia y qué es lo más importante para la sociedad. Contraponer la portada de un diario digital con la sección de “lo más enviado” o “lo más visto” da una información tan interesante como inquietante, por cuanto nos está diciendo qué ha sido lo importante/relevante para los usuarios. No siempre nos gustará lo que veamos. ¿Hasta qué punto dejarse influir por esos datos en tiempo real o mantenerse al margen apostando por una portada editorial? Pero no todo sucede en el contexto de los medios, hay nuevos actores que también se están convirtiendo en medio y tienen un gran poder para redirigir nuestra mirada sobre lo que consideran más relevante. Uno de ellos, por poner un ejemplo, es google y sus famosos dibujos, esa portada “naive” que no deja de ser la primera noticia del día para muchos navegantes.

El llamado periodismo ciudadano ha demostrado cómo se han ensanchado las posibilidades de aportación de información por parte del público. La arrogancia de los medios, la pérdida de credibilidad por su aproximación a los poderes políticos o económicos y la pérdida de calidad profesional, unido a la evolución de Internet ha herido de gravedad al periodismo. La historia de la prensa de los últimos diez años está llena de casos en los que la Red ha desafiado a los medios demostrando su propia ineptitud. Aún se conserva la coletilla de “videoaficionados” en los telediarios para distinguir el material profesional del amateur, pero lo cierto es que este tipo de remezclas o fusiones de piezas informativas van en aumento por su propia accesibilidad. Ya parece superado el viejo dilema de “periodismo profesional” frente a “periodismo ciudadano”, pero durante un tiempo fue recurrente encontrar foros y mesas de debates sobre la polémica de si eran “son los blogs periodismo?”. De igual forma, ahora podríamos seguir con ese estúpido mantra y cuestionarnos aquello de “¿es twitter o facebook periodismo?”. Obviamente la pregunta es errónea en sus términos, por cuanto confunde medio con función comunicativa.

Lo que sucede es que desde un punto de vista conceptual de dibujo del modelo comunicativo de masas, hemos pasado del esquema clásico, unidireccional, vertical y simplificado (emisor-medio-mensaje-código-canal-receptor) a uno mucho más complejo, dinámico y circular, donde los roles mutan y se solapan constantemente (emisores-receptores / mensajes-medios-canales-códigos).

Pirámide alimenticia: de la diversidad al empacho 

Esos “daily-me” que soñara Negroponte en los inicios de Internet es una realidad tangible. Es la dieta informativa a medida, seleccionada directamente por el usuario, que se suscribe a lo que decide que son sus fuentes de interés y cuya intensidad ecualiza según le convenga. Es una liberación de las capacidades del “ya no lector, receptor, televidente, radioyente, etc.” sino más bien “producer, prosumer, emerec” que interviene directamente en el diseño de su ecosistema de proximidad. Pero también es, como apuntó una persona en el público, un riesgo de empobrecimiento en la dieta nutritiva. Si volvemos al símil culinario, comer a la carta si siempre tenemos la misma carta, puede producir una infra-alimentación si esto supone cortar las posibilidades de acceso a otras oportunidades, a otros menús, a otras ofertas gastronómicas.

Matar al mensajero
No cabe duda de que el mundo era más sencillo antes, cuando los flujos de comunicación pública estaban más controlados e identificados por finitos, cuando distinguíamos con más facilidad qué era comunicación pública de privada, información de publicidad, profesionales de aficionados, etc. Ahora todo se torna mucho más complejo. A más fuentes de información, más oportunidades, pero también más responsabilidad de convivir y manejar esos frentes multiplicados, de distinguir el ruido del valor, el dato de la opinión, el anuncio del titular. Una responsabilidad que compartimos con los círculos de confianza, donde mezclamos los institucionales (si ofrecen algo más que el modelo lineal clásico de medios, empresas y gobiernos) con los personales u no oficiales, que se hacen un hueco en el espectro por mérito propio.

Con lo 2.0 matamos al mensajero, pero una vez muerto nos damos cuenta de que necesitamos mensajeros, filtros, criterios,… y se inventan, desde abajo, en nuevas relaciones de confianza. El mensajero resucitado puede ser nuestro vecino, físico o virtual, nuestro contacto en FB, nuestra lista en TW.

No es tanto una desintermediación sino una renegociación sobre nuevos intermediarios

Una forma de evitarlo y que cada vez está cobrando más importancia, es la figura de comisariado de contenidos, una función de producción en sí misma, donde lo relevante no es el producto nuevo o original (qué se comunica de propio y exclusivo) sino de combinación, remezcla y recomendación de aquello que se considera relevante para su comunidad (lo original no está en el producto, sino en el metaproducto nuevo que se genera al descubrir y reinterpretar lo ya producido). Somos lo que citamos. Somos pantalla.

En realidad, nada nuevo. Criterio, filtro, prescripción, selección y organización de la información es lo que, entre otras cosas, ha sido tradicionalmente parte de la función del periodismo. No desaparecen por tanto esas funciones, esas necesidades, sino que se suman nuevos actores, medios, canales, técnicas, etc. que no son precisamente “profesionales” ni realizadas por “profesionales” pero marcadas por esas claves de las que venimos hablando: remix, diy, viral.

Quién comunica en soporte digital

Todos, porque podemos y porque queremos. Porque tenemos tecnología de bolsillo que captura, produce y elabora, y conectividad para publicarla inmediatamente. Si la web 2.0 es algo… es comunicación social en su máxima esencia. Comunicación de masas, para masas o por masas, de uno a muchos, de muchos a uno, más o menos profesional, más o menos personal, etc. según el objetivo, el canal, el medio, el mensaje…

La tecnología de comunicación amateur y la conectividad convierten a cualquier persona en un nodo en la red, en un punto de información ubicua, amateur, personal y directa, sin necesidad de que haya filtros o intermediarios. Es la pulsión del hazlo tú mismo, del amateur, del explorador. Si en el mundo analógico la comunicación pública era algo relegado a las empresas o las instituciones, mientras la comunicación personal se recluía en los entornos domésticos y privados, en el mundo digital la comunicación pública sale al escenario abierto y compite en la economía de la atención con múltiples voces, múltiples medios, a un clic de distancia, luchando por hacer oír su voz en un entorno coral, a veces cacofónico.

Comunico, luego existo

Sentimos una necesidad muy humana y trascendente de decir, de dejar una impronta de quiénes somos, de ser y estar en la red, de dejar huella de nuestro paso por la vida, que es vida digital. La metafoto en el baile de la toma de posesión de Obama simboliza este nuevo paradigma de lo que significa vivir al otro lado de la pantalla, que conviene no confundir con “ver la vida desde el otro lado de la pantalla” porque esta tecnología no es tanto una barrera separadora como una prótesis orgánica de nuestro ser digital. Tomar esta foto no tiene un significado informativo, el valor no está en atesorar el registro de esa imagen en el móvil, el valor está en poder mostrar y demostrar que se está allí viviendo ese momento único y efímero.

Frente al Síndrome de Diógenes Digital está el de levedad digital. Cuanto más registramos y archivamos, más conscientes somos de que tenemos que enfrentarnos al hecho de vivir en el flujo, de ser flujo, de renunciar a esos bytes, de ser RAM y no ROM en términos del recordado José Luis Brea . Fluido y flujo. Liquidez que diría Bauman. Necesitamos asirnos a algo y ese algo es esa identidad digital, dinámica, pero constante y en su coherencia, hasta sólida, que vamos construyendo en nuestra vida digital, en esa huella etérea y al mismo tiempo robusta que pasa cuando no pasa nada. Como la vida misma.

Esta foto de Obama me recuerda mucho al género de la postal de viajes, la postal que enviábamos desde el lugar de destino para fijar nuestra coordenada vital allí, para fijar tiempo y espacio, para decir estoy aquí y ahora, para mostrar y demostrar que eso es cierto con tecnologías documentales y acreditadoras, en este caso la postal. El valor informativo del mensaje escrito era mínimo, pues a quien se envía ya sabe que estamos allí y cuando llegue a destino probablemente ya hayamos vuelto. Pero lo importante es el mensaje simbólico e implícito en el hecho en sí. Pues bien, apps del tipo Foursquare recogen en cierta manera este tipo de pulsiones humanas, más sofisticadas y más relacionadas, pero de igual forma actuando como un matasellos digital, un decir “soy/estoy aquí y ahora”. Con la gran diferencia de que los ojos que miran y reciben ese mensaje son mucho más munerosos y el mundo de lo privado-doméstico se funde con el público-social.

Construimos nuestra identidad digital viviendo lo digital, día a día, red a red. Los perfiles en cada una de esas redes dan coherencia y músculo a la ubicuidad de nuestro yo, pero también actúan a modo de marco referencial, de marca o cabecera, de portal de reconocimiento, de medios de comunicación. El nick, su consistencia y repetición, da coherencia a la inmaterialidad digital, nutre de cuerpo, piel y músculo los bytes. Nos ayuda a ser públicos, a no estar diluidos y por ello difusos, a crear una identidad de dominio público. El anonimato no se persigue ni se desea, lo cual no se debe confundir con que sea obligado usar el nombre real. Hasta el nick más imaginario, hasta el hacker más oculto, va a querer crear una narrativa propia, una coherencia como autor a su alrededor. Hace dos años, charlando con Isaac Mao, recuerdo que le pregunté por qué utilizaba su nombre real en todas las redes cuando esto le podía causar algún tipo de problema en su país, China, teniendo en cuenta su marcado posicionamiento en muchas cuestiones de libertades públicas. A priori, nos podría parecer obvio que se sentiría mucho más libre desde un perfil anónimo. Mao me contestó que precisamente su identificación real era su principal apoyo social. Era el reconocimiento en los otros y de los otros lo que le sostenía con más fuerza. Ser real y ser público era lo mejor que podía ser. Y me pareció muy razonable.

Nos vestimos con la autoridad de los otros. Qué hacemos, a quiénes citamos, con quiénes nos relacionamos, con qué causas nos identificamos… todo habla de nosotros y envían señales a los demás sobre nuestra predisposición a interactuar en la comunidad. Los perfiles en las redes están diseñados para mostrar esta serie de indicadores o señales de la sociabilidad. Son las insignias, las medallas, los logos, los “open 24/7” que ofrecen esa ilusión de “cuerpo presente”, ese escaparate del yo en el escenario público.

Los medios digitales, las nuevas plataformas de la sociabilidad, las redes sociales, saben de este impulso comunicativa y se diseñan para canalizarla y aprovecharla. Nacen vacías, como puro andamiaje tecnológico, como estructuras que esperan ser habitadas con nuestros contenidos. Nosotros somos los autores, los productores, los consumidores. Un ejemplo que suelo mencionar en este sentido es el giro que dio Twitter hace dos años al cambiar su lema principal, de la pregunta “Qué estás haciendo” al “Qué está pasando”, haciendo más evidente el potencial que había adquirido la herramienta no como medio de comunicación interpersonal, sino como medio de comunicación global. A estas alturas no es necesario subrayar el rol que ha adquirido en el último año en la geopolítica mundial.

YouTube también es un buen ejemplo de ello, en cómo fue diseñado desde sus inicios bajo el rótulo “Broadcast yourself” con esa doble lectura tan sugerente, de “proyéctate tú mismo”, “emitéte tú como mensaje” o “emítete a ti mismo”. Numerosos proyectos han nacido y crecido en esas plataformas, consiguiendo una atención mainstream sin partir de los circuitos de producción tradicionales. Estas plataformas siguen creciendo y evolucionando, modificando nuestras prácticas, guiándolas pero también respondiendo a ellas. Cosas ya presentes como el “otras personas que están viendo este vídeo ahora mismo” apuntan hacia una tendencia cada vez más generalizada de aproximarnos en las redes a partir de intereses comunes, de ofrecernos sugerencias de personas, de crear una ilusión de sincronía, de vivir la misma experiencia de vida en tiempo real.

 

Si puedes contar, tú cuentas. Contar, cuenta

Armados con bolígrafos y rotativas digitales donde narrar es posible, contar, contarse y conseguir que otros nos cuenten y cuenten con nosotros, cuenta más que nunca. Y no es un trabalenguas. Ser proactivo en la construcción de identidad digital, en la documentación de los procesos y en la toma de posturas públicas es crítico para no quedarse diluidos en la insignificancia, en el negocio de lo oculto, en la invisibilidad de la relevancia, en la lectura del mundo globalizado. Esto aplica tanto en lo personal como en lo colectivo. Comunicamos por placer, por necesidad, por ocio o negocio. Para cualquier organización o institución con una misión social, ya sea una administración pública o una asociación sin ánimo de lucro, tener la sensibilidad y la destreza para ser cuerpos comunicantes en el entorno digital deja de ser una posibilidad y entra en la categoría de necesidad.

Este alcance es posible gracias a la propiedad viral de las redes que nos impulsan más lejos y a mayor velocidad de lo que nunca los límites de espacio y tiempo modernos pudieron imaginarse. Trasladar la responsabilidad de las competencias comunicativas de manera distribuida a los sujetos de dicha relación supone también una nueva tensión en las reglas de los modelos tradicionales de comunicación. A menudo surgen las dudas sobre cómo conciliar el perfil profesional con el personal, sobre cómo responder o no responder desde una voz individual o una voz institucional.

En Internet y en las librerías encontraremos multitud de posts, tutoriales, listados, recetarios guías y libros del nuevo entorno de comunicación digital dispuestos a ayudarnos con esos primeros pasos. Escoger el tono, el canal, el mensaje, el momento, el estilo, etc. requiere de un profundo, por inmersivo, conocimiento de las pautas y fórmulas de convivencia de todas estas redes sociales. Todos los consejos serán útiles, pero no debemos olvidarnos de lo más importante que no nos podrá resolver la más sofisticada tecnología y sí la sensibilidad humana: aprender, escuchar, ajustar, experimentar, aprender, sentir, cuidar y tejer relaciones de confianza.

Con frecuencia suelo terminar las conferencias aludiendo a la Red como un fértil ecosistema, como un lugar que conviene cultivar y mimar como un huerto procomunal, una tierra que nos alimenta, que nos da sombra, agua y cobijo, una gran plaza en la que nos encontramos para mejorar como sociedad y un rico campo que debemos procurar no esquilmar, plantando y devolviendo el conocimiento generado para que se convierta en nueva simiente. Nuestra capacidad como cuerpos comunicantes nos obliga a respetar y promover este tipo de valores que hablan de generosidad, transparencia y sostenibilidad, que es hablar del soporte digital, de la Red en su conjunto.