Tuitéame, hay confianza

 

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Este artículo forma parte de las Actas de las Jornadas Leer y escribir en español en la red de la Fundación Comillas celebrado en diciembre de 2011 y amplía un post que escribí hace un tiempo para su mesa redonda.

RESUMEN: La cultura digital se construye con la incorporación de la lógica de red y valores como son la transparencia, la horizontalidad, la confianza, la sostenibilidad, la colaboración y la identidad. Esto se traduce en prácticas de comunicación digital donde la persona, a través de sus múltiples identidades digitales, va dejando huellas que sirven para trazar la nueva sociabilidad desintermediada. Son las fronteras diluidas entre lo amateur y lo profesional, entre lo individual y lo colectivo, entre lo original y lo remezclado, entre lo personal y lo corporativo, entre lo privado y lo público, entre el ser y estar… las que van tejiendo nuevas formas de leer y escribir el mundo.

¿Qué cambia al leer y escribir en línea? es el título de la mesa redonda de las Jornadas de la Fundación Comillas (diciembre 2011) al que intentaremos dar respuesta a lo largo de estas páginas. Para comenzar, conviene que nos detengamos en comprender qué estamos intentando decir por “en línea”: ¿lo que sucede cuando estamos conectados? ¿lo que se comunica a través de Internet? En este artículo partiremos, sin embargo, de la idea de que “en línea” significa algo más que “online”, algo más que conectados, algo más que ubicuos.

Si seguimos adelante con la pregunta, ¿qué cambia al leer y escribir en línea?, en un primer momento nos sería fácil concluir que cambian infinidad de cosas. Cambian todos los elementos propios del acto comunicativo, de lo que implica leer y escribir, puesto que cambia el público, el contexto, el género, la autoría, el soporte y la tecnología de escritura y lectura. Pero por otro lado, tampoco sería descabellado afirmar lo contrario: nada cambia, pues se mantiene la necesidad humana de comunicar y comunicarse, de informar e informarse, de sentirse comprendido, acompañado, reconocido, etc.

Así enunciado parecería que todo cambia y nada cambia, lo cual nos impide avanzar en el análisis. Sin embargo, preferimos fijarnos en dos categorías universales: tiempo y espacio. En el ámbito de la lectura y de la escritura analógica, la secuenciación, el turno y el tempo condicionan las formas de leer y de escribir mucho más de lo que lo puede hacer la escucha y el habla. De igual forma lo hace el espacio, tanto el de lectura como el de escritura, puesto que no tienen por qué coincidir y, de hecho, raramente coinciden. Estas dos proyecciones, y en cierto modo distancias, favorecen formas propias de reflexión, de introspección, de modulación y de conceptualización.

Leer y escribir en línea, siempre conectados, significa sincronía, encuentro e interacción en tiempo real, pero también en espacio real: el espacio digital. Hablar de “en línea” es cada vez más hablar de “oralidad”, aunque los bytes tomen formas de letras, sonidos o imágenes, fijas o en movimiento. Porque aunque sean decodificadas y por tanto leídas en lugar de escuchadas, no deja de ser una interacción más oral que escrita.

En este punto, cabe reconocer que hay medios digitales no sincrónicos en un sentido estricto (blogs, webs, etc.) pero la evolución de la red avanza hacia los medios más ubicuos: las redes sociales, esto es, comunicación al instante en cualquier momento y en cualquier lugar. Así, en su propia evolución observamos una mayor tendencia a la oralidad, una oralidad que escribe la nueva narrativa social a partir de las huellas digitales que vamos impregnando en nuestra interacción online. Una oralidad que se da en diversas manifestaciones:

En línea / En directo: Hay una sensación constante de “estar en el aire” en todo el sentido de la expresión. Por un lado, de estar en el aire en su apreciación más radiofónica o “en directo”, pero por otro, también de estar en un estado etéreo, imprevisible, difícil de consolidar, efímero incluso. Así, este mismo texto que ahora yo escribo y otras personas están leyendo en otro “ahora”, en otro tiempo, será muy distinto en su forma y fondo si decido escribirlo en un procesador de textos, en el borrador del blog o en ideas intermitentes en Twitter. Son simples ejemplos de contexto de escritura que nos llevan a visualizar desde lo más íntimo y privado, a lo más expuesto y público, pero siempre como enunciados de conversaciones latentes en términos bajtinianos. Escribir en público, decir a un público, algo tan parecido al hablar, es una forma de pensar en voz alta: una forma arriesgada, nerviosa, febril, intensa….

Dibujar constantemente las fronteras: Así como ocurre con el tiempo de la oralidad, leer y escribir en línea, o lo que es prácticamente lo mismo escuchar y hablar en línea, supone modular la comunicación en función de los espacios, de la alcoba, al patio o la plaza: entrando y saliendo constantemente de ellos, redibujando sus fronteras, mezclando lo personal y lo profesional, lo privado y lo público, lo individual y lo colectivo, etc.

Metadatos, metainformación: el mensaje que se activa en la lectura “en línea”, ubicua e hiperconectada, está enriquecido por una gran cantidad de información envolvente que condiciona el contexto. Esto es así en toda forma comunicativa, pero en el caso de la lectura “en línea” esta información muta constantemente y no tiene por qué ser la original, ni en signos paralingüísticos ni en criterios editoriales. Así, por poner un ejemplo, leer en Flipboard o en Google Currents genera una mezcla auto-organizada de contenido fuera de contexto que se mezcla en un nuevo escenario incontrolado de disposiciones gráficas o de múltiples voces de autores.

Narrativa constante y fragmentada: El acto de escritura y lectura “en línea” es un proceso constante de construcción de identidad como sujeto. Se trata de un proceso intermitente, donde se interactúa con distintos interlocutores, en distintos entornos y con distintas tecnologías. En esa traza de huella comunicativa, los actos de leer o escribir son autoafirmaciones de presencia. Por eso, en el actual escenario de las redes sociales no importa tanto el mensaje que se intercambia, que acaba siendo más bien un fluido simbólico, como el propio acto de invitación a la conversación, a la sociabilidad y a la manifestación de la propia existencia. En cierto sentido podríamos decir que son tecnologías del yo en recuerdo a Foucault, puesto que leer es en sí mismo “decir” que hemos leído y nos preocupamos por que queden huellas de ese recorrido íntimo, que ya no privado.

Leer es decir que hemos leído, lo cual se convierte automáticamente en un acto de escritura hablada. Es mostrar las notas al margen, las codas y los remarcados del paratexto que hacemos mientras leemos. Es ese diálogo con nosotros mismos, donde queremos fijar una traza de lo que nos pareció más interesante, lo que conviene recordar en un futuro, lo que merece una relectura. Con la diferencia de que ahora remarcamos, anotamos y subrayamos en vivo y en directo, en público y en abierto, para nosotros y para los demás, para nuestros pares, para nuestros grupos de interés, para nuestros seguidores y para nuestros alumnos. Y lo hacemos con estrategia, con etiquetas, con hashtags, con migas de pan en el camino que nos ayuden a darle esqueleto y músculo al cuerpo digital.

Estas prácticas se están instalando en nuestra forma de atender, escuchar, leer y pensar de modo que nos sentimos incapacitados en ocasiones en las que nos llama la atención un contenido, una idea y no encontramos el botón para compartirlo inmediatamente. Está dentro de los usos sociales que vamos adquiriendo y ejercitando en nuestra propia evolución digital. No en vano existe algo muy humano y trascendente en esa necesidad de decir en público y en abierto “estoy aquí, estoy experimentando esto y quiero compartirlo contigo”. Es una invitación al diálogo en su más pura esencia.

Velocidad emocional del sentir con los dedos: en este recorrido que estamos haciendo sobre las peculiaridades que afectan y condicionan la lectura y escritura “en línea”, terminaremos por llamar la atención sobre la  intermediación que generan las tecnologías de lectura y escritura más recientes, y más concretamente los dispositivos móviles. Además de la ubicuidad que permiten por su portabilidad y su penetración tanto en el ámbito personal como el profesional, es interesante observar cómo la oralidad de la lecto-escritura en línea se manifiesta en la caricia con el deslizamiento de las yemas de los dedos. Resulta sugerente ver cómo un movimiento tan superficial e íntimo a la vez conecta nuestro cuerpo con las prótesis en que se han convertido, o mejor dicho, hemos convertido, los dispositivos móviles. Esta unión tan epidérmica contribuye con ello a la innata velocidad que proporcionan estos dispositivos y las redes que conectan: una ligera caricia es lo que nos separa del pensar, del sentir, del comunicar inmediatamente al leer y escribir en línea.

Nuevas formas de leer y escribir el mundo: Twitter como prototipo social

De todas las herramientas de la web 2.0, Twitter resulta de especial interés por su carácter híbrido de lecto-escritura (a medio camino entre un blog, una red social y un lector RSS) y por cómo contribuye a crear una narrativa social a partir de las narrativas personales. Actualmente nadie cuestiona su rol globalizador en los movimientos sociales más recientes en todo el planeta. El éxito de Twitter confirma que “lo personal es político” ya que, en cierta forma, con nuestros fragmentos y huellas digitales, estamos fijando los relatos con los que se construirá nuestra historia social en un futuro. La propia definición de este sistema y su evolución en el tiempo dan una idea de su apropiación por parte de los usuarios, por cómo se han generado usos insospechados y espontáneos del mismo. Prueba de ello es el propio mensaje de la herramienta que nació apelando al usuario a contar su cotidianidad con un “Qué estás haciendo” y tornó a mediados de 2009 en un “Qué está pasando”. Este cambio de lema demuestra el propio cambio estratégico de los propietarios de Twitter, conscientes del valor que había logrado como medio de comunicación global, al trascender de lo privado y convertir la banalidad de lo personal en una narrativa de lo social.

Twitter como espacio y tiempo, como medio y canal, es un buen exponente de lo que en este texto hemos abordado como elementos que reconfiguran y afectan a la oralidad de la escritura y lectura “en línea”: donde leer es escribir, es decir que hemos leído, puesto que consumimos información a partir de su marcado y redifusión RT; donde lo privado y lo público se funden en esa ilusión de intimidad, de decir a todos y a unos pocos; donde la conversación del timeline es pública, instantánea y efímera como el rumor de cualquier plaza; y donde la superficialidad es la bisagra y el pegamento de la sociabilidad y de la socialización.

CONCLUSIÓN

Todo esto conlleva necesariamente una serie de determinantes y consecuencias que configuran la competencia necesaria para “leer y escribir” en línea, y como hemos intentando avanzar en este artículo, también de la competencia para “escuchar y hablar” en esta nueva “oralidad” hiperconectada. Esto implica incorporar ciertos elementos importantes del proceso comunicativo como es la inmediatez de la respuesta, la replicabilidad del objeto digital, la transparencia del proceso, la viralidad en la difusión, la producción amateur, la remezcla de los cotenidos, el beta constante como obra abierta, etc.

Conocer estos mecanismos, reconocerlos en la práctica y ser conscientes de sus diversas manifestaciones, nos permitirá hacer un uso estratégico del binomio libertad-responsabilidad que conlleva toda lectura y escritura en línea, y que como venimos diciendo, es mucho más que lectura y escritura tradicional en soportes digitales. Es lectura y escritura digital en soportes protésicos.

Como investigadores y docentes, la pregunta que debemos hacernos es si estamos realmente preparados y preparando para esta lectura y escritura en línea, para esta oralidad que deja huella digital.