Un año más y ya van 35

El viernes pasado fue mi cumpleaños y rompo una tradición de escribir un post en tan señalado día, como dirían las abuelas. Ahora hay canales más directos para gritar al mundo que una tiene una muesca más en la chistera. Algunos son voluntarios, como Twitter, y otros te organizan la fiesta y la pandilla, como Facebook con sus chivatos recordatorios.

Pero sin duda, la anécdota del día se la lleva Twitter. Su capacidad de llamar la atención, en sentido amplio, no deja de sorprenderme.  Arranqué el día con este twitt….

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140 caracteres para destilar reflexión y/ironía se quedan a veces demasiado cortos. El enlace llevaba a un post de 2004, cuando mi cumpleaños coincidió con un viaje de trabajo a El Salvador. La fecha estaba clara, pero el contexto no tanto. Twitter es tan veloz que mucha gente no reparó en el mensaje y tampoco en el año, así que pensaron que yo estaba allí. Algunos incluso me felicitaron en ese post 🙂 Y es que un enlace en Twitter es pólvora. No por su contenido, que no sabemos hasta que pulsamos, sino porque viene de un contacto directo y es difícil resistirse a no desvelar ese misterio de URLs abreviadas indescifrables.

La segunda tiene que ver con aquello de “Twitter nunca me defrauda” que me dijo Howard Rheingold el otro día. Él tiene la costumbre de poner un twitt cuando va a visitar una ciudad para quedar con gente local y charlar un rato, conocer lugares interesantes, etc. Y, según él, siempre le ha funcionado.

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Así que mi historia comienza con ese twitt en @rheingold y termina con una visita al Museo del Prado, una agradable comida con Marcos y Laura de @medialabprado y un café en Huertas con @espiritusanto.

En definitiva, un día de cumpleaños curioso, twittero y lleno de regalos intangibles, que son los que más valor tienen porque no cotizan en el supermercado.

El último y más entrañable estaba por llegar, también a través de Twitter, en forma de vídeo de la mano de Rocío, quien siempre me quita once años de encima.