Identidad digital y redes sociales

El diario El Mundo publicó ayer el reportaje Cuando todos caen en las redes sociales (pdf) donde no sólo se aborda la proliferación de este tipo de aplicaciones web (MySpace, Facebook y Tuenti se llevan la palma en España) sino que también se llama la atención sobre las implicaciones que sus usos pueden tener para la gestión de la identidad digital. En este punto concreto, el texto recoge algunas declaraciones mías al respecto donde intento mostrar cierta preocupación por los usos irresponsables y acríticos en estas redes.

Continúo aquí el debate…

Reconocer las inmensas posibilidades que la Red nos ofrece para informarnos, comunicarnos y construirnos socialmente (los trabajos financiados por la MacArthur Foundation van en esa línea) no es incompatible con reconocer los riesgos que pueden acarrear en torno a temas como la credibilidad, la privacidad, la intimidad y la explotación comercial no consentida. De hecho, ya se están viendo casos (el reportaje da cuenta de algunos) y me sorprende que no haya más. Hay quien habla de la necesidad de un Chernóbil de la privacidad para que nos lo tomemos en serio. Suena triste, pero muy sensato.

Participar en la Red, comunicar y comunicarse es un derecho pero también una responsabilidad. Está favoreciendo aprendizajes informales de competencias básicas necesarias y fundamentales para el desarollo de la sociedad de la información. Autores como Henry Jenkins lo llaman cultura participativa (pdf) y claman por un cambio paradigmático en las formas de aprender pero también de enseñar. Sin duda. La pregunta es ¿para qué? ¿para “modelizar consumidores u operarios” o “para construir una ciudadanía libre con criterio propio”?. Howard Rheingold (pdf) y otros vienen a decir que nada de esto tiene sentido si no se orienta hacia la construcción de un mundo más justo y solidario. Tenemos que mirar más allá de la sociabilidad y el entretenimiento y ver hasta qué punto no se convierten en una simple reproducción de clases. Ciudadanía, política y educación de nuevo reconectadas. Afortunadamente.

Porque no hablamos sólo del empleo de las tecnologías per se, sino también del uso y apropiación de las mismas, que son conceptos mucho más complejos y radicales. Y para ello es necesario cuestionarlas y abrir sus códigos, ver cómo se diseñan, qué favorecen y qué impiden, cómo se venden y qué mundo ideal nos prometen. En un mundo cada vez más mediatizado, cada vez es más importante aprender a interpretar lenguajes, intenciones, medios y contextos. Quién dice qué, a quién, porqué, cómo, cuándo y para qué. Una chuleta imprescindible para navegar por estas aguas.

No seamos dicotómicos ni ingenuos. Entre apocalípticos e integrados debe haber más tonos. No se trata de infundir miedos, pero sí reflexiones críticas e información.  No se trata de dar una imagen tremendista de la Red y de sus usos –moral panics en la jerga especializada- sino de educar en un uso libre y responsable. Que no es poco… Es todo, de hecho.