Ya no me lees como antes

Ya no me lees como antes es el nombre del programa 5.0 de Radio 5 donde debatimos hace dos semanas sobre los cambios ocasionados por las tecnologías digitales en los hábitos de lectura en la Red. El tema partía de un polémico artículo que escribió Nicholas Carr al respecto y que recogía también El País en el reportaje Internet cambia la forma de leer… ¿y de pensar?

En su artículo Nicholas Carr se muestra pesimista ante las competencias que, a su juicio, se están perdiendo por la utilización de las TIC. En concreto, Carr se refiere a la capacidad de leer con profundidad y concentración y su observación coincide en cierta forma con el estudio realizado por Nielsen donde se observa que los usuarios apenas continúan leyendo un texto en pantalla más allá de las primeras 200 palabras. Efectivamente, se ha modificado la forma de leer –más diversificada y superficial- pero eso no quiere decir que se lea menos que antes de la irrupción de las TIC. En realidad, siempre ha habido distintos niveles de lectura. El periódico, la radio y la televisión son ejemplos de cómo nuevos medios y tecnologías han generado nuevos lenguajes y códigos paralingüísticos buscando la eficacia comunicativa.

La primera respuesta que nos provoca es “sí ¿y? ¿eso nos hace más estúpidos? ¿por qué no al contrario?” El hecho de que se estén transformando nuestras formas de acceder, procesar y generar conocimiento -tanto instrumental como cognoscitivamente- no tiene por qué convertirse en un duelo nostálgico, sino que nos debe hacer reflexionar sobre el proceso, sobre qué se pierde que ha de ser conservado y qué se gana que ha de ser potenciado.

Pero si algo hay que agradecer a Carr no es tanto su análisis, en exceso tremendista y desalentador, sino que haya provocado una buena serie de respuestas y argumentos al debate. Carr ha sido contestado por diversos pensadores como Fernando Sáez Vacas, Alejandro Piscitelli o Juan Freire desde posiciones mucho más optimistas e integradoras. En realidad, se lee y se escribe más que nunca, pero en distintos soportes, en distintos contextos y en distintos lenguajes puesto que la lecto-escritura es cada vez más multimedia. Las competencias comunicativas que requieren estos nuevos entornos requieren de la adaptación de competencias tradicionales como pueden ser la lecto-escritura y el análisis crítico de la información, así como su combinación con las nuevas competencias que se están desarrollando gracias a las TIC y la comunicación en red, entre ellas, el trabajo en equipo, las destrezas de multitarea y la cultura participativa.

Muchos nos podemos sentir reflejados en la angustia de Carr al intentar mantener una lectura aislada y profunda. Yo iría más allá en reconocer que no sólo me cuesta leer “largo y de largo” sino también escribir “largo y de largo”. Atrapada en el post, pienso con enlaces, me siento más cómoda esbozando esquemas que engalanando párrafos y definitivamente me resulta farragoso escribir una tesis o un artículo que vaya a estar congelado en un libro de papel. Pero eso no quiere decir que me cueste escribir, que no quiera escribir, que no tenga sentido para mí escribir. Sencillamente, no me estimula hacerlo en una convención, soporte, género y formato impuesto por una tradición intelectual que poco tiene que ver con mi forma de generar y comunicar conocimiento. Ahí pueda estar la clave.