La crisis del periodismo profesional

Luis Santos abre un debate interesante sobre la cuestión del profesional del periodismo, que hace recordar una reciente columna de Vicente Verdú en El País bajo el título “El descrédito de los profesionales” (también comentado por Freire):

Los abogados van siendo sustituidos por mutualidades de quita y pon o por cupones ofrecidos junto al diario El PAÍS. Igualmente, los médicos son reemplazados por los consejos del pescadero o la vecina y la educación de los niños por una suppernnany de televisión.

La crisis afecta también al concepto de periodismo como profesión en un entorno donde se celebra la idea de que “cualquier ciudadano es un periodista” motivado por las nuevas tecnologías y la cultura de la participación. Este cuestionamiento afecta a cómo se entiende hoy la profesión y cómo se organizan todas las instituciones que han servido para estructurarla, desde las empresas periodísticas y los colegios profesionales, hasta los planes de estudios universitario.

En una cultura del “Do-it-yourself” y los “how-to”, aflora de nuevo el eterno dilema de si el periodismo es un oficio o una profesión y, en este caso, no parece estar claro cómo encajan en la lógica actual los mecanismos de acceso a la profesión que le dan este marcado carácter de exclusividad (véase el debate sobre el Estatuto del Periodista).

Y nadie parece tener la solución. Los profesionales -los que ya están “habilitados”- por un lado miran con cierto recelo ese aluvión de “amateurismo” o “intrusismo” -otro eterno fantasma- y los que pronto lo estarán -los estudiantes de periodismo- se aferran a definiciones clásicas para dar sentido al tiempo que están dedicando de su vida a obtener esa acreditación. Los “no profesionales” sospechan del concepto de “periodismo profesional” pero se sienten a la vez cómodos autonombrándose “periodistas ciudadanos”. Qué paradoja.

La cuestión de fondo parece estar más enfocada en los sistemas de acceso exclusivo y acreditación profesional, lo cual contamina su terminología semántica. Todo lo que suene a “profesional” queda automáticamente en sospecha. Decir “periodista”, “periodismo profesional”, “mediador”, “gatekeeper” no es políticamente correcto en la lógica de la Red. Suena a autoritario y cerrado.

Si no nos gusta la palabra, inventemos otra, pero acertemos con su contenido. No nos engañemos, porque algo de “profesionalización” será necesaria para poder cubrir grandes temas, para hacer periodismo de investigación, para desplazarse a sitios de conflicto donde los lugareños están siendo oprimidos y no tienen recursos propios para contar qué les está ocurriendo. Como se pregunta Frank Shaw “¿quién irá a Irak?” entonces. Algo de “profesionalización” será necesaria para verificar y dar sentido a la sobreabundancia de información en la que nadamos. Y si no la hay, la buscaremos, porque la necesitamos. Y me temo que cada vez más. Dónde buscar lo decide cada cuál según la confianza y credibilidad que otorgue a las distintas fuentes que le sean útiles (ya sea una comunidad social, un blogger, un periódico, un vecino, etc.).

La diferencia radica en los sistemas de acceso y acreditación de ese “profesionalismo” que serán más abiertos y flexibles. Porque como dicen Kovach y Rosenstiel en su libro “Los elementos del Periodismo” es periodista quien hace periodismo y añaden “el nuevo periodista ya no es quien decide lo que el público debería saber, sino quien ayuda a las audiencias a generar sentido de la información”. Se es por lo que se hace no por lo que se es de antemano. En la Red, esa función la puede hacer tan dignamente, o incluso más, una persona sin formación periodística que un profesional. La cuestión es definir qué función necesitamos y qué entendemos por dignamente. En ese orden de prioridades, coincido con lo que apuntan Kovach y Rosenstiel: “La primera tarea del nuevo periodista/generador de sentido, sería la de verificar la información para que sea fidedigna y ordenarla de tal forma que la gente pueda hacer uso de ella eficazmente”.

Como dice Quim Gil:

En cambio, allí donde haya mil (por decir algo) ciudadanos en red habrá lugar para un periodista en red profesional. En nuestro pueblo, en la Internet temática o en la cordillera Andina. Y ese periodista profesional no saldrá (necesariamente) de la profesión del periodismo, sino de la red que llegará a la conclusión de la profesionalización de uno de los suyos es útil y necesaria.

Y entrecomillo de otro artículo suyo:

[..] aunque los periodistas en red hagamos un trabajo que puede realizar cualquiera, nosotros lo debemos desempeñar tan bien y de una forma tan útil que nos paguen por realizarlo. Como el cocinero de un restaurante o la camarera de un bar, que preparan un bistec o un café que, de hecho, nos podríamos preparar en casa.

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